Thiago
de Mello (Brasil, 1926)
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Los Estatutos del Hombre
Artículo 1.
Queda decretado que
ahora vale la vida,
que ahora vale la
verdad,
y que de manos dadas
trabajaremos todos
por la vida verdadera.
Artículo 2.
Queda decretado que
todos los días de la semana,
inclusive los martes
más grises,
tienen derecho a
convertirse en mañanas de domingo.
Artículo 3.
Queda decretado que,
a partir de este instante,
habrá girasoles
en todas las ventanas,
que los girasoles
tendrán derecho
a abrirse dentro
de la sombra;
y que las ventanas
deben permanecer el día entero
abiertas para el
verde donde crece la esperanza.
Artículo 4.
Queda decretado que
el hombre
no precisará
nunca más
dudar del hombre.
Que el hombre confiará
en el hombre
como la palmera
confía en el viento,
como el viento confía
en el aire,
como el aire confía
en el campo azul del cielo.
Parágrafo único:
El hombre confiará
en el hombre
como un niño
confía en otro niño.
Artículo 5.
Queda decretado que
los hombres
están libres
del yugo de la mentira.
Nunca más
será preciso usar
la coraza del silencio
ni la armadura de
las palabras.
El hombre se sentará
a la mesa
con la mirada limpia,
porque la verdad
pasará a ser servida
antes del postre.
Artículo 6.
Queda establecida,
durante diez siglos,
la práctica
soñada por el profeta Isaías,
y el lobo y el cordero
pastarán juntos
y la comida de ambos
tendrá el mismo gusto a aurora.
Artículo 7.
Por decreto irrevocable
queda establecido
el reinado permanente
de la justicia y
de la claridad.
Y la alegría
será una bandera generosa
para siempre enarbolada
en el alma del pueblo.
Artículo 8.
Queda decretado que
el mayor dolor
siempre fue y será
siempre
no poder dar amor
a quien se ama,
sabiendo que es
el agua
quien da a la planta
el milagro de la flor.
Artículo 9.
Queda permitido que
el pan de cada día
tenga en el hombre
la señal de su sudor.
Pero que sobre todo
tenga siempre
el caliente sabor
de la ternura.
Artículo 10.
Queda permitido a
cualquier persona,
a cualquier hora
de la vida,
el uso del traje
blanco.
Artículo 11.
Queda decretado,
por definición,
que el hombre es
un animal que ama,
y que por eso es
bello,
mucho más
bello que la estrella de la mañana.
Artículo 12.
Decrétese
que nada estará obligado ni prohibido.
Todo será
permitido.
Traducción : Mario Benedetti
Inéditos en español
Traducción de Anibal Beça
Amor más que imperfecto
Del amor no. Dudo
de mí.
Del modo más
que imperfecto
Que tengo de amar
todavía.
Con frecuencia me
doy cuenta
Que mi mano está
escondida
Dentro de la mano
que recibe
La rosa de amor
que entrego.
Mirando bien mi
mirada
Estoy escondido
detrás
De los ojos que
me ven.
Conmigo mismo reparto
Lo que pretende
ser dádiva,
Pero de mí
no se aparta.
Por más que
me prolongue
En el ser que me
reparte,
De repente me siento
El dueño
de la alegría.
Que estremece la
piel
Y hace nacer lunas
En el cuerpo que
abrazo.
Del amor, no. De
mí yo dudo
Cuando en el centro
más claro
De la ternura que
invento
Engasto un sabor
a precio
Aún sabiendo
que el premio
Del amor es sólo
amar.
Como un Río
Ser, como un río,
capaz
De llevar por su
cuenta
A la canoa que se
cansa.
De servir de camino
Para la esperanza.
Y de lavar al límpido
La pena de la mancha,
Como el río
que lleva
Y lava.
Crecer para entregar
En la distancia
callada
Un poder de canción,
Como el río descifra
El secreto de la
tierra.
Si el tiempo es de
decir
Retener el don de
la fuerza
Sin dejar de seguir.
Desaparecer incluso,
Pero, subterráneo,
Aprender a volver
Y cumplir en el
trayecto
El oficio de amar.
Como un río,
aceptar
Esas súbitas
olas
Hechas de impuras
aguas
Que traen a flote
la verdad
Oculta en las profundidades.
Como un río,
que nace de otros
Saber seguir junto
con otros
Y construir el encuentro
Con las aguas grandes
Del infinito océano.
Cambiar en el camino
Pero sin nunca dejar
de ser
El mismo ser que
muda.
Como un río.
Cantiga de claridad
Campesino, plantas
el grano
En lo oscuro — y
nace un albor.
Quiero llamarte
hermano.
De noche, comiendo
el pan
Siento el gusto
de esa aurora
Que te despunta
en la mano.
Haces de sombras
un haz
De luz para multitudes.
Un compañero
tan claro
Que vive en la oscuridad.
Y mientras no llegue
el día
En que la tierra
sea un reino
De trabajo y de
alegría,
Cantando juntos
alcemos
Armas de amor en
acción.
La rosa ya se hace
llama
Al hilo del corazón.
Campesino, plantas
el grano
En el oscuro y ya
nace el agua.
Un día serás
el dueño
Del sueño
verde del campo.
Nunca vi verde tan
verde
Como el de tu corazón.
La creación del mundo
No desfloré
a nadie.
La primera mujer
que vi desnuda
(era adulta de alma
y de cabellos)
Fue la primera que
me mostró los astros,
Pero no fui el primero
a quien se los mostró.
Vi el resplandor
de sus nalgas
De espaldas a mí:
era morena,
Mas al darse vuelta
fue dorada.
Sonrió porque
sus pechos me asombraron,
Por mi mirada de
adolescente no acostumbrado
A la gloria de la
belleza corporal.
Era de mañana
en la selva, pero nacían
Estrellas de sus
brazos y resbalaban
Por el cuello, lo
recuerdo, era el cuello
Lo que me enseñaba
a deletrear secretos
Guardados en la
clavícula. Pedía,
Ya echada de bruces
y llamándome,
Que posara mis labios
por los pétalos
Con rocío
de la nuca, eran lilas;
Que alisara, levemente,
con las yemas
Las espaldas de
espumas y esmeraldas;
Quería que
mi mano recorriera,
Yendo y viniendo,
el valle de la columna,
Trés doucement,
porque me cuidaba.
Ella inauguró
en mí la alegría
Inefable de dar
felicidad.
Tanto conocimiento
no podía
Ser sino innato,
pienso ahora.
Pero no.
Era un saber hecho
de experiencia,
Más que ingenio
para transmitirlo.
Ella era de otras
aguas, una fuente
De treinta años,
que vino desde el Sena
Con el destino de
darme de beber
—en la aurora de
sus ojos, en sus pechos,
En la boca musical,
en el mar del vientre,
En la risa de azucena,
en la voz densa,
En las cejas y en
el vértice de las piernas—
La miel antigua
de la sabiduría,
De saber que el
deseo crece cuando entiende
Que la chispa se
enciende en la ternura,
Que las antesalas
se prolongan
Hasta que uno esté
listo para entrar en el cielo.
Thiago de Mello
nació en Barreirinha, Brasil, en el corazón de la Selva Amazónica,
en 1926. Tiene más de veinte libros publicados desde 1951. En
el conjunto de su obra, se destacan: Está; Oscuro pero Canto; La
canción del Amor Armado; Bochorno en la Floresta; Viento General
y En un Campo de Margaritas; Noticia de la visita que hice en el verano
de 1953 al río Amazonas y sus barrancos; Arte y Ciencia de Elevar
Cometas; Amazonía, la Niña de los Ojos del Mundo; y El Pueblo
Sabe lo que Dice. Su poema Los Estatutos del Hombre fue editado en más
de treinta países. Ha traducido al portugués a César
Vallejo, Pablo Neruda, Ernesto Cardenal y Eliseo Diego, entre otros. Thiago
de Mello piensa que el arte debe siempre servir a la vida; que además
de su finalidad estética, debe tener también una finalidad
ética.