Fernando Cazón Vera (Ecuador, 1935)
 

Inéditos

Del mensaje inútil

En esta arena quedan escritas las palabras del viento que él
mismo se encargará
de borrar por distintas y válidas razones

ya porque es un exigente perfeccionista y nada de lo suyo,
definitivamente, llega
alguna vez a convencerlo

ya porque necesariamente tiene que hacerlo así para no dejar
prueba, ni confesión
alguna, vale más su inocencia

ya porque el mundo es variable, mudable, impredecible y todo
lo que se diga o
se afirme ahora, después ya no tendrá sentido ni validez
alguna

o ya porque el viento es un trovador, un oscuro filósofo, un
redentor perseguido
o un predicador en el desierto

que duda del poder de la palabra escrita
 
 

La caza

Hermosa, el cazador te sigue,
te persigue, te acecha;
huele tus pasos,
otea el tiempo que lo acosa,
mide perfectamente tus distancias,
rastrea tus olvidos,
calcula, con aproximación que es casi exacta,
la altura de tu cuello,
el simultáneo peso de tus senos,
el ángulo que forman tus piernas cuando amas,
el vértice del pubis,
el secretro orden de tus huesos;
después lanza la piedra sin esconder la mano,
dispara bala o flecha,
roca o fuego,
confundiendo a lo lejos la sombra del venado
o las alas del ave que fuga del señuelo;
así, de esta manera,
el cazador puede quedar cazado
o, final y obviamente,
caer atrapado en su tramposa trampa;
hermosa, yo me rindo, me entrego, me retiro
ante tu imposible carnada
en vez de hacer ridículas maniobras en el aire.
 
 

Hara kiri

el samurai derrotado
se hace el hara kiri

como si, en realidad,
se masturbara
sensualizado por la muerte

es su único sexo
la ya depuesta espada

el semen final
su estéril sangre

ah, esa terrible humillación
de la victoria ajena

que por cambiar de mano
lo ha dejado impotente
De Rompecabezas
 
 

El ilusionista

Yo sacaré un fantasma del sombrero,
un ángel de la manga,
una sombra del traje,
una apagada estrella del bolsillo.

Sacaré de la espalda una apuesta joroba
que tocarán como amuleto
las vacías manos de los desheredados de la muerte.

Del cuello sacaré una corbata fálica
y los redondos nudos del ahorcado.

De la bragueta saldrán flores y palomas
y barcos

    aptos para ser mirados por
     jóvenes pálidos y doncellas

nerviosas que se masturban
en las panzudas horas de la
siesta

Del fondo del baúl levantaré un cadáver
que volverá a morirse para cada función
exactamente
 
      no sin antes agradecerlos
      aplausos del público.
 

Fernando Cazón Vera nació en Quito, Ecuador, en 1935. Ha publicado casi una veintena de libros, entre ellos: Las canciones salvadas (1956); La Misa, La Guitarra Rota (1966); El Extraño (1968); Poemas comprometidos (1972); El libro de las paradojas (Premio Nacional de Poesía de la Universidad Central del Ecuador, 1977); Rompecabezas (1986); Este pequeño mundo (1996) y A fuego lento (1998). Ha ejercido el periodismo como jefe de redacción de varios diarios guayaquileños y también la docencia universitaria. Fue Presidente del Núcleo del Guayas de la Casa de la Cultura Ecuatoriana.