Enrique
Buenaventura (Colombia, 1925)
A César Vallejo
Este César
Vallejo tan loco
como siempre. Tan
cuerdo
como nunca, que
sigue siendo
así después
de muerto y uno
lo oye respirar pese
a la invernal
tuberculosis, a
la estadía en e
el hospital, pese
a la pena
y a su españolísima
ira llena
de tiernos y coléricos
poemas,
pese a la soledad,
la lluvia,
la tristeza, la
oscuridad allá
en la ciudad luz.
Sin pan
allá, donde
se mide el pan
por metros. Este
César Vallejo
tan poco cesáreo
y más bien
Cristo que cristiano
y comunista
hasta los huesos
por humano
y, sin embargo,
peruano,
peruanísimo,
con su perfil
de puro curaca y
cholo puro
y tan inca como
el inca
Garcilaso que decía:
“porque
las fuerzas de un
indio no
alcanzan para tanto”
y
alcanzaron, sí
señor, les
alcanzaron para
escupir sangre
y pulmón
contra las injusticias.
Este César
Vallejo, hueso puro,
tocando su huaino
en una zampoña
que suena a puro
tuétano
y añorando
el Perú en Pére Lachaise
donde quedó
enterrado y luego
el puñado
de cenizas fue
llevado al Perú,
a ese Perú
saqueado y humillado,
a ese
Perú del
oro y de la sangre.
A este César
Vallejo me encomiendo,
te encomiendo con
toda el alma
y sin encomenderos.
Hay que ponerle
cuatro velas y rezarle
en silencio.
Ayer no más
Ayer estaba frente
al mar.
Frente a su majestad
luminosa
y sombría.
Volaba ayer
sobre su abrumadora
inmensidad plateada.
Miraba los oscuros
esteros
y las verdosa ciénagas
y los caprichosos
caminos
entre verde vivo
y pálido
amarillo y légamo
morado.
Entre lenguas de
agua dulce
y labios de agua
salobre,
entre ríos
de pureza y podredumbre.
Pensaba en aquel
Don Rodrigo
de Bastidas que
casi deja
el pellejo y las
tripas en
esos manglares jigantescos
tan altos y orgullosos
como
los castillos de
España pero
hechos de ramas
y raíces,
de burbujeante vida
verde,
llena de lujuria,
con troncos
como muslos y algas
fosforescentes
como sexos de mujeres
ahogadas
y dentadas flores
carnívoras.
Ayer, no más,
don Rodrigo,
copulaba usted con
los bufeos
y engendraba mitad
mujer
mitad escamas y
hordas voraces
de mulatos y mestizos
y nonatos.
Ayer, no más,
dios radiante,
techo ondulante
del planeta,
mar ciego, sordo,
indiferente
ante los millones
de ahogados
que te habiitan,
que van con las
medusa ondulando
en
la oscuridad de
tus abismos.
Es la pobre raza
humana
ronco, espeluznante,
bello, terco
océano. La
humana estirpe
que no te ha dominado
porque, cuando quieres,
la escupes
como mínima
alimaña
pero que, desde
que apareció,
te ha desafiado.
Se ha enfrentado a tu soberbia.
Declaración
Estuve tan cerca
de la victoria
que me ví
perdido.
Presentí mi calavera laureada.
Pero vino a salvarme
la derrota.
Enrique Buenaventura,
Cali, Colombia, 1925. Estudios de artes plásticas en su ciudad
natal y en Bogotá y de Filosofía en la Universidad Nacional
de Colombia. Fundó el Teatro Experimental de Cali (TEC) que está
cumpliendo 45 años de trabajo ininterrumpido.Su obra ha sido profusamente
puesta en escena, estudiada y traducida a varios idiomas.Una buena parte
de sus piezas teatrales son consideradas clásicos del siglo XX:
En la diestra de Dios Padre, Los papeles de Infierno, La Orgía,
La Tragedia del Rey Christophe, El Menú y Crónica, entre
otras.